Queremos que las cosas que hacemos den resultados positivos rápidamente y cuando eso no sucede, sentimos que el mundo se nos cae encima, que estamos perdiendo el tiempo y ya no nos motiva seguir intentando pues nos preguntamos ¿para qué?
En esa lucha por obtener lo que deseamos, la angustia suele apoderarse de nosotros y ese es otro factor que no nos permite alcanzar objetivos, pero lo peor de todo, es que tampoco logramos ser felices.
Así que en esos momentos en que sientas que por más que te esfuerzas nada parece dar frutos, cuando quieras renunciar a todo porque nada parece tener sentido, recuerda la fábula del helecho y el bambú
EL HELECHO Y EL BAMBÚ.
Este era un carpintero que parecía tener resuelta la vida. Tenía todo lo que había deseado pero un día, inesperadamente las cosas comenzaron a ir mal y los problemas económicos surgieron en casa, causándole conflictos con su esposa mientras sus hijos parecían estar tristes por la situación.
Desanimado y cansado de que la situación no mejorara y que todo fuera cada vez peor, un día a punto de tirar la toalla salió al bosque en busca de un viejo sabio.
Caminó durante un buen rato por el bosque cuando finalmente encontró al anciano, mismo que invitó al hombre a su humilde casa a tomar un poco de té. Notó que el hombre lucía muy preocupado así que no desaprovechó la oportunidad para preguntarle qué le ocurría, entonces el carpintero desahogó toda su frustración y desilusión con él.
Al terminarse el té, el anciano invitó al carpintero a la parte trasera de la casa en donde se encontraba un helecho y un bambú al lado de decenas de árboles, luego le pidió que las observara detenidamente pues le contaría una historia.
Hace aproximadamente ocho años tomé semillas y planté el helecho y el bambú al mismo tiempo. Quería que ambos crecieran en mi jardín porque ambos me parecen reconfortantes, cuidé de ellos con mucho empeño como si fueran un tesoro.
Pronto me di cuenta que ambas plantas respondían de manera diferente a mis cuidados. El helecho comenzó a brotar y bastaron unos meses para que se convirtiera en una majestuosa planta mientras que el bambú continuaba debajo de la tierra sin dar muestras de vida.
Pasó un año, el helecho cada vez crecía más pero el bambú no, nunca me di por vencido así que continué cuidando de él con mucho esmero. Pasó un año más y el helecho estaba cada vez más hermosos pero mi trabajo con el bambú no daba frutos.
Así pasaron cuatro años pero luego al quinto año, por fin pude notar que algo salía de la tierra. Al siguiente día noté como una pequeña y tímida ramita iba creciendo. Para mi sorpresa en unos cuantos meses el bambú creció sin parar hasta convertirse en un portentoso bambú de más de 10 metros.
¿Quieres saber porque tardo tanto en salir a la luz?
Tardó mucho porque lo principal era echar raíces pues sabía que crecería muy alto y debía tener una base firme que le permitiera elevarse satisfactoriamente.
¿Ahora entiendes?
Fue entonces que el carpintero comprendió que sus luchas estaban echando raíces, sólo era cuestión de esperar pues el no mirar frutos rápidamente no significaba que estuviera perdiendo el tiempo, sólo se estaba haciendo más fuerte.
Antes de irse, el anciano le dio un poderoso mensaje al carpintero que todos deberíamos tener presente:
Recuerda esta historia cada que pienses que tus esfuerzos nunca darán frutos, lo más importante no siempre es buscar a toda costa ver resultados sino trabajar muy duro para echar raíces, pues sólo gracias a ellas podrás crecer y ser la mejor versión de ti mismo.
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